A pocos días de las elecciones en Boca, Juan Stanisci repasa los meses previos a las del 95. La llegada de Mauricio Macri al club, sus caprichos, sus promesas y sus negocios.

Durante dos décadas se observó una pintada desde la tribuna sur de La Bombonera. Ocupaba el lateral completo de un edificio y, con el tiempo, fue descascarándose aunque sin perder la claridad del mensaje. La pintada enorme decía: Macri 95’. Duraría hasta las elecciones del 2015 cuando sería reemplazada por un banner de Ameal – Pergolini.

Si bien la pintada encajaba perfecto como propaganda, por aquel entonces las tribunas desde donde se veía eran ocupadas por hinchas visitantes. ¿Qué significaba entonces una campaña en un club apuntada a hinchas que no son propios? Los años posteriores responderían esa pregunta. Mauricio Macri buscaba instalarse por fuera de Boca como dirigente. Pero para entender la llegada de Macri a Boca es necesario retroceder una década.

En 1984 Boca vivió la peor crisis institucional, económica y financiera de su historia. Éxodo masivo de jugadores, entre los que estuvieron Roberto Mouzo, Oscar Ruggeri, Ricardo Gareca, entre muchos otros. El presidente era Domingo Corigliano, aunque la mayor parte de ese año estuvo de licencia. Había sido el dueño de la empresa que prestó el dinero para que Boca pudiera comprar a Maradona en 1981. Tres años después, ya con Corigliano como presidente, se ejecutaba esa deuda que llevaba a Boca a la quiebra. La Bombonera, con peligro de derrumbe, estuvo a punto de ser rematada en septiembre de ese año, siendo salvada por la intervención del gobierno de Alfonsín con Federico Polak como interventor. La imagen más recordada, probablemente, sea aquella de las camisetas blancas pintadas con aerosol, en un partido jugado por juveniles a falta de los profesionales que estaban de paro. En este contexto emergen las figuras de Antonio Alegre y Carlos Heller, que en siete años acomodarían definitivamente las finanzas del club dejándolo libre de deudas.

Es la alternancia sí señores

Ya en diciembre de 1994, con el club ordenado, Macri, que había estado cerca de la comisión directiva, pidió una reunión con Antonio Alegre, por entonces presidente de Boca. Le planteó la idea de armar una lista única con él, Mauricio, como candidato a presidente. Su argumento era que el ciclo de Alegre y Heller estaba cumplido y que era necesaria una renovación. Como parte del acuerdo Macri le ofrecía a Alegre ser nombrado presidente honorario. El presidente de Boca se negó de manera rotunda al acuerdo. Carlos Heller, entonces vicepresidente, recuerda a Macri en aquella reunión como, “un niño caprichoso que consideraba que él tenía que ser presidente”. De esta manera quedaban armadas las dos listas: por un lado Mauricio Macri y Pedro Pompilio; por el otro Antonio Alegre y Carlos Heller.

Los programas de televisión cambiaron mucho a lo largo de estos años, incluso ha perdido la hegemonía como medio de comunicación. Hoy las campañas se fragmentan en radio, televisión y redes sociales. Y dentro de este último espacio vuelven a diversificarse según sea Youtube, TikTok, Instagram, Twitter o Facebook. Pero, volviendo a la televisión, ya no se ven las corbatas de colores estrambóticos, ni las tribunas plagadas de hinchas, ni el perfil acartonado de los conductores o panelistas. Macri lanzó su campaña en el programa Tribuna Caliente conducido en aquel entonces por Antonio Carrizo, Julio Ricardo y Guillermo Nimo.

En los veinte minutos que duró la entrevista, Macri elogia la gestión económica de Alegre-Heller, pero considera que es momento de una renovación. “Boca merece un lustro de ganar un campeonato todos los años”, afirmaba Macri. Su campaña se basaba en darle prioridad al “Boca fútbol” por sobre el “Boca social”. El entonces candidato a presidente Xeneize decía: “Es evidente que Boca, debido a las cosas que le pasaron y como se fue desarrollando, dejó paso al Boca fútbol y dejó de lado al Boca social, Boca hoy es un club de fútbol y la mayoría de los socios desarrollan sus actividades deportivas en otros clubes, la realidad es que hoy uno tiene que ocuparse primero del Boca fútbol y después preguntarle a los socios si quieren que se desarrolle la otra área.” A lo que Ernesto Cherquis Bialo le planteba: «Quienes puedan elegirlo a usted, sabrán que su prioridad es devolverle la identidad a Boca en el fútbol». “Absolutamente”, fue la respuesta de Macri. En esto cumplió: tras veinticuatro años de marcismo, la vida social del club había desaparecido. Pocos son los socios o socias que caminaban los pasillos, tomaban un café en la confitería o realizaban actividades dentro del Club.

Durante la campaña Mauricio Macri prometió la llegada de Jorge Griffa como coordinador de inferiores. En aquella entrevista en Tribuna Caliente decía, “Boca invirtió comprando jugadores, no dando prioridad a las inferiores”. Lo cierto es que, por tomar un caso, en la final de la Copa Libertadores del año 2000 solo dos jugadores surgidos de inferiores fueron titulares: Sebastián Battaglia y Rodolfo Arruabarrena.  Esto sería una constante de las presidencias de Macri y sus sucesores, hablar de inferiores pero no darles lugar, salvo excepciones de jugadores que se imponían en sus posiciones.

El otro pilar fue la alternancia. Mauricio Macri hablaba de un ciclo cumplido por parte de Alegre y Heller prometiendo lo siguiente: “Con la gente que me he comprometido, les he dicho que yo voy por tres años. Y bajo situaciones excepcionales seguiré tres años más. Creo que la renovación va a hacer que la cosa cada vez mejore más.” No solo se quedó doce años en la presidencia de Boca, sino que en su primer mandato reformó el estatuto para que la presidencia pasara de ser de tres años a cuatro. ¿El colmo? Presentarse como candidato a vicepresidente veintiocho años después.

Macri prometía cosas que estaban siendo llevadas a cabo o ya habían sido realizadas por Alegre y Heller. Mover las actividades amateur a casa amarilla, construir un microestadio o agregar boleterías. El relato estaba apuntado al socio que solo iba a la cancha a ver partidos. Se estaba construyendo el modelo que equipara al socio con un cliente.

El 3 de diciembre de 1995 mientras Boca perdía 6 a 4 con Racing, Mauricio Macri era elegido presidente con más del 60% de los votos. Así recordaba Carlos Heller aquella elección: “no era una elección más, enfrentábamos a un grupo económico poderoso. Hoy creo que me quedé corto, a Macri lo apoyaron el Coti Nosiglia, Barrionuevo y Claudia Bello, toda una operatoria de políticos que movieron sus aparatos y nos jugaron en contra”. El hombre que durante toda su carrera como político, ya sea en el fútbol como a nivel ciudad o nación, llegaba anunciándose como la renovación o el cambio, había utilizado el aparato de la “vieja política” para llegar al poder.

Diez días más tarde asumía la presidencia. Las primeras medidas de Macri fueron: aumentar la cuota social un 25% (estamos hablando de un período donde hacía cuatro años no había inflación), reducir los salarios de empleados, empleadas y plantel profesional y recortar gastos en todas las actividades que no fueran fútbol y básquet.

Los demás que se mueran

El domingo 16 de junio de 1996 quedó en la historia del fútbol argentino por varios hechos. Quizás el más relevante sea el de Diego Maradona gritándole a Javier Castrilli: «¿Cómo no me va a contestar? ¡Es un botón!». Vélez le ganaba cinco a uno a Boca. La hinchada xeneize rompía un alambrado mientras Maradona intentaba hablar con Castrilli. A pesar de la goleada, en Boca se quejaron del arbitraje.

Esa misma noche Macri fue invitado al programa Fútbol de Primera, ícono de los noventa y dos mil, conducido por Enrique Macaya Márquez y Marcelo Araujo. La entrevista es un monólogo de Macri indignado, quizás la variante más sincera de Mauricio. “El fútbol argentino gira alrededor de lo que Boca genera, entonces o acá nos damos cuenta o no va a haber plata para prender la luz, ni plata para pagar los referís, ni plata para nada», amenazaba el presidente de Boca.

En su lógica siempre se destaca que tener dinero equivale a tener poder y tener poder significa tener razón. Si, según su criterio, Boca era el equipo que más gente movía, entonces los árbitros no podían perjudicarlo. «Porque el que llena la cancha es Boca y la gente de Boca se va a cansar, entonces yo tendría que proponerle hoy a la gente de Boca, que no vaya más de visitante». Macri utilizaba una derrota para exponer por primera vez una idea que tenía hace tiempo: la desaparición del visitante.

Pero iría un poco más allá, dejando leer entre líneas otra idea: la privatización. El fútbol argentino entendido como un conjunto de entidades aisladas, sin historia ni solidaridad entre sí. La última frase de Macri es contundente: «Entonces vamos a ver qué pasa, se muere el fútbol argentino. Nosotros llenamos nuestra cancha y los demás que se mueran.”

Boca Juniors S.A.

Para justificar el ajuste en todas las áreas del club Macri cambió el relato de cómo había encontrado el club. A pesar de haber participado en asambleas, aprobado balances e, incluso, elogiado el mandato de Alegre, empezó a declarar que el club estaba en crisis. Hablaba de eficiencia y gestión. Como si se tratara de una empresa, las áreas que no dieran ganancia, serían cerradas o desfinanciadas. Boca empezaba a manejarse como una sociedad anónima deportiva.

Luego vendría el cambio del estatuto. El mandato del presidente dejaba de durar tres años para pasar a ser por cuatro. En el mismo año se remodelaron los palcos quitándole capacidad a las populares. El valor de la obra costó lo mismo que la construcción del Nuevo Gasómetro. Aprovechando la remodelación, se modificó el nombre del estadio: ya no sería Camilo Cichero, el presidente que había hipotecado su casa para construir La Bombonera. El nuevo nombre era un invocación: Alberto J. Armando. Símbolo del éxito internacional y de la prolongación del poder adentro del club. Hasta su segunda presidencia,, el mandato más largo había durado siete años. Armando fue el máximo mandatario de Boca durante 21 años, desde 1959 hasta 1980. Macri buscaba representarse como el sucesor de Armando y lo logró.

Siguiendo la línea vinculada a la gestión privada, en 1997 creó un fondo de inversión para la compra de jugadores. Macri declaraba que, el objetivo de este proyecto, era que Boca pudiera incorporar jugadores sin pagar. En otras palabras, que fuera una vidriera. Un grupo empresario compraría al jugador, lo prestaría a Boca para elevar su precio y luego venderlo. El futbolista como moneda de cambio. Era más importante que representara a los empresarios e inversores que a hinchas. En la práctica, Boca pagaba primas, los contratos y los sueldos, pero a la hora de vender compartía las ganancias con los aportantes. Seis años después se terminó esta experiencia, Boca tuvo que pagar el valor del 50% de los jugadores adquiridos que no fueron vendidos. Como la dirigencia se había negado a vender a Guillermo Barros Schelotto, tuvo que pagar la totalidad de su pase, habiendo ya pagado la mitad en el momento de su compra a Gimnasia y Esgrima La Plata. El modelo de eficiencia y gestión de Macri se parecía cada vez más a un club de amigos haciendo plata a costa de Boca.

Para 1998, el presidente que había prometido un lustro de Boca campeón no había ganado un campeonato. Habían pasado tres directores técnicos -Marzolini, Bilardo y Veira- y dos interinatos. Para su último año Macri buscaba un entrenador que impusiera disciplina en el vestuario. El nombre era el del entonces técnico de la selección argentina: Daniel Alberto Passarella. Se hicieron encuestas. En todas quedaba claro que el hincha no estaba de acuerdo con tener a uno de los máximos ídolos de River en el banco de suplentes. La identidad y la historia del club no parecían elementos importantes.

Entonces Carlos Heller, el vicepresidente de la gestión anterior, acercó un nombre: Carlos Bianchi. Como las encuestas entre hinchas no eran favorables y se acercaban las elecciones, Passarella fue desechado. El mayor éxito de su gestión ni siquiera provino de sus propias ideas, sino de una oposición que buscaba lo mejor para el club.

Con Carlos Bianchi en el banco de suplentes llegaron los títulos. Macri llegaba a las elecciones de diciembre de 1999 con dos campeonatos locales en su haber: el Apertura 98 y el Clausura 99. En los comicios nuevamente se enfrentaba a Alegre. La historia es conocida. El candidato que prometía un mandato de tres años, a lo sumo de otros tres, fue presidente hasta 2007. Hoy, casi tres décadas después, busca volver. Las ideas son las mismas: negocios privados, socios como clientes y rifar la identidad al mejor postor.

Juan Stanisci
Twitter: @juanstanisci

La foto de portada fue tomada por José Luís Cabezas en una nota que le hicieron a Macri en el año 95 para la revista Noticias.

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